AMAPOLA, LINDÍSIMA AMAPOLA, NO SEAS TAN INGRATA…

Si hay algo de agradecer en una flor, sobre todo si no tenemos mano para la jardinería, es que luzca bien y no necesite demasiados mimos. Aunque las amapolas silvestres (papaver rhoeas) no suelen plantarse para alegrar un balcón o decorar un jardín, es innegable que cuando su color rojo escarlata nos llama desde una cuneta, un descampado, un trigal o las grietas de una acera cualquiera, algo se alegra en el alma. Y es que esta humilde flor es como los de Bilbao, puede nacer donde quiera. Pero no te dejes engañar, su historia es legendaria.

Los egipcios ya incluían amapolas en sus tumbas y ritos funerarios.

Para los chinos son un símbolo de lealtad y fe entre amantes. La leyenda cuenta que Lady Yee acompañaba a su marido en todas las batallas y se quedaba junto a él mientras luchaba. Durante una de esas contiendas, cuando quedó claro que el ejército de su marido iba a ser derrotado, ella bailó con la espada de él para reconfortarle. Pero su danza fue inútil. Desolada, Lady Yee acabó con su vida y de su tumba nacieron amapolas como símbolo de su entereza y la fuerza de su espíritu.

Los griegos usaban estas flores como amuleto para el amor y las consideraban un símbolo de fertilidad y una fuente de energía, a la vez que también sabían de sus poderes somníferos. Para estimular a sus atletas, por ejemplo, les proporcionaban un brebaje de semillas de amapola, vino y miel antes de competir. No lo pruebes en casa por si acaso.

Además, los griegos tenían varios mitos para explicar su origen. Según algunos fueron creadas por Somnus, el dios del sueño, para ayudar a Ceres, la diosa del maíz. Ceres no conseguía que el maíz creciera ya que estaba exhausta intentando encontrar a su hija. Las amapolas le ayudaron a conciliar el sueño y el maíz pudo crecer mientras Ceres dormía. Según otros, la creadora fue Deméter, diosa de la agricultura y madre de Perséfone, que también andaba buscando a su hija y no podía permitirse un descanso. Si a los padres de hoy en día se les despistaran tanto los hijos como a las deidades griegas, no habría amapola que pudiera ayudarles; es lo malo del siglo XXI.

Los gemelos Hipnos (Sueño) y Tánatos (Muerte) se representan coronados con amapolas o llevando amapolas en sus manos.

Los romanos creían que las amapolas podían curar el mal de amores y las usaban como planta mágica para la adivinación. Fueron ellos quienes las introdujeron en Britania, donde se asociaron al descanso y al olvido.

En el cristianismo medieval se solían representar talladas en muchos de los bancos de las iglesias para simbolizar el sueño eterno. En la Edad Media también creían que el humo que desprendían las amapolas al quemarse ahuyentaba a los malos espíritus.

Aparentemente, durante las guerras napoleónicas era muy común ver amapolas alrededor de las tumbas de los soldados caídos en combate. Después de la I Guerra Mundial, estas flores también brotaron alrededor de las sepulturas de los soldados en los campos de batalla de Flandes. Por eso, y porque se considera que su color es el de la sangre de los que murieron luchando, las amapolas se han convertido en un emblema para conmemorar a los muertos en combate. En el Reino Unido, por ejemplo, es común ver a gente con una amapola en la solapa cuando quieren recordar a los caídos en la guerra.

Pero las leyendas no acaban aquí. Se cuenta que una bruja malvada convirtió a una mujer en amapola y la condenó a vivir entre estas flores durante el día. Solo se le permitía visitar a su familia por la noche. Una de esas noches, la mujer le confesó a su esposo que para poder romper el hechizo debía encontrarla entre las demás amapolas y arrancarla. Por la mañana, el marido fue al campo y se encontró con cientos de amapolas todas muy parecidas entre sí. Después de observarlas cuidadosamente una a una, y tras pensar y pensar, el hombre tomó una decisión y arrancó la única amapola libre del rocío de la mañana. Esa tenía que ser su esposa ya que había pasado la noche en la casa. Y acertó. Y así deshizo el hechizo de la maléfica bruja y los dos pudieron vivir felices y comer perdices.

Pero no es solo mitología lo que dan de sí las amapolas silvestres. Esta flor provoca sudoración,es suavemente narcótica, tiene propiedades anticatarrales, combate la tos, los problemas de pulmón, las anginas y la inflamación de párpados. Tiene efectos calmantes y es un relajante del sistema nervioso. Si has visto El mago de Oz recordarás que Dorothy se queda dormida en un campo de amapolas plantado ex profeso por la Malvada Bruja del Oeste. Hay que recordar que esta planta es una pariente de la adormidera (papaver somníferum), una flor muy parecida pero de pétalos blancos, violeta claro o rosáceos, y la planta de la que se extrae el opio.

Las amapolas son también un antioxidante natural que ayuda a prevenir la osteoporosis y las enfermedades cardiovasculares y, además, sus semillas se utilizan en la cocina para dar sabor y decorar panes y pasteles e incluso para espesar curris y salsas (India).

Por eso, la próxima vez que veas una amapola, no la arranques. Recuerda que en tan solo cuatro pétalos rojos se encierran los misterios de milenios y que incluso pintores y poetas le han dedicado obras y canciones. Nosotros también hemos querido inmortalizar esta humilde pero poderosa flor con un puzzle.

¿Te animas a llevártelas a casa?