EL ORIGEN DE LOS PUZZLES

¿De dónde vienen los puzzles? Los puzzles vienen de los mapas. O, dicho de otro modo, el primer puzzle fue un mapa. John Spilsbury, un antiguo aprendiz de geógrafo real de la corona inglesa, inventó el primer puzzle del mundo mundial alrededor de 1766. Como era cartógrafo, montó uno de sus mapas de Europa en una tabla de madera y serró muy cuidadosamente los bordes de cada uno de los reinos. La idea era utilizarlo para que los niños aprendieran geografía; al ensamblar las piezas los alumnos estudiaban los lazos de unión entre países. Entretenido además de fácil. Su ocurrencia se convirtió en una moda y en tan sólo dos años, Spilsbury ya había puesto a la venta puzzles con los temas que creía que preferían los padres de la alta sociedad inglesa: el mundo, los cuatro continentes (en aquella época solo se conocían África, América, Asia y Europa), Inglaterra y Gales, Irlanda y Escocia. Poco a poco, la temática se fue diversificando y también se utilizaban para enseñar tablas matemáticas, genealogías o escenas de la Biblia.

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Los rompecabezas siguieron siendo sobre todo una herramienta pedagógica hasta 1820 cuando empezaron a venderse también como un juego para adultos. Dejaron de llamarse “disecciones”, que era el nombre originario, y empezaron a conocerse como “whatami” (What am I? ¿Qué soy?). Hacia finales del siglo XIX, y gracias a la invención de la sierra de pedal, empezaron a fabricarse puzzles de madera contrachapada y las ilustraciones se pintaban o pegaban en la parte frontal mientras se trazaban a lápiz las zonas por las que se debían cortar las piezas.

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Los puzzles para adultos empezaron a ser muy populares en los albores del siglo XX y se convirtieron rápidamente en uno de los pasatiempos favoritos de la clase alta estadounidense. De allí, su fama se extendió a Europa. En aquella época las piezas eran de madera y tenían que cortarse a mano, una a una, de forma que encajaran por presión; el sistema de entrelazado de las piezas que conocemos hoy en día no empezó a utilizarse hasta mucho más tarde con el advenimiento de los rompecabezas de cartón. Al principio, las piezas se cortaban siguiendo el contorno de las figuras y las líneas de los colores (por ejemplo, la pieza se cortaba exactamente por donde acababa el tejado y empezaba el cielo) con lo que además se dificultaba el ensamblaje del puzzle ya que no se proporcionaba ninguna pista al jugador quien, además, podía perder el trabajo de muchas horas si se despistaba y golpeaba el puzzle sin querer. Para hacerlo aún más complicado, para los adultos no se incluía ninguna imagen de referencia como sí se hacían para los niños. Hasta el final no sabías qué imagen escondía el puzzle que estabas haciendo.

Como se cortaban pieza a pieza, su precio era muy elevado. Solían costar unos 5 dólares (el salario medio de un trabajador en 1908 era de 50 dólares/mes) y los únicos que podían permitírselos era la clase alta, que solía comprarlos los sábados por la mañana para llevárselos a sus casas de fin de semana.

Los primeros años del siglo XX trajeron innovaciones importantes que fueron muy bien acogidas. Aparecen las obras figurativas y las piezas que encajan entre sí tal y como las conocemos hoy. Este tipo de piezas dificultaba que el puzzle se desmontara accidentalmente y, de paso, permitía que tuvieran formas peculiares. También se introdujeron “trucos”, como los bordes irregulares, las falsas esquinas y otros modos de retar y confundir a los puzzleros.

La época dorada de los puzzles se vivió en las décadas de los años 20 y 30. En este período ya se reflejan temáticas variadas destinadas a atraer a todos los públicos (desde escenas sentimentales a innovaciones tecnológicas del mundo del ferrocarril y el transporte marítimo). Por aquel entonces, aunque la madera seguía siendo el material más demandado, ya se había empezado a utilizar el cartón para su fabricación. Los fabricantes seguían prefiriendo la madera porque les dejaba unos márgenes de beneficios mayores, pero el cartón permitía que las clases trabajadoras también pudieran acceder a esta forma de entretenimiento y, por eso, los fabricantes de puzzles de cartón empezaron a aumentar su nivel de dificultad.

En 1931, un empresario de Long Island, en Nueva York, llamado Einson-Freeman comenzó a utilizar los puzzles de cartón con propósitos publicitarios ofreciéndolos como regalo por la compra de un cepillo de dientes. A esto se le unió la aparición del “puzzle de la semana” (weeklies) en 1932 justo en medio de la Gran Depresión. Cada semana la Consolidated Paper Company lanzaba un rompecabezas nuevo que costaba entre 10 y 23 centavos y podía comprarse en los quioscos. Estos weeklies se hicieron muy populares entre la clase media y baja ya que suponían una forma barata de esparcimiento en un periodo en el que el desempleo era acuciante. En una sociedad deprimida y con un bajo poder adquisitivo, el atractivo de los puzzles de cartón residía en que por un precio módico se compraban muchas horas de entretenimiento y, aunque uno lo completara el pasatiempo, éste se podía desmontar y prestar a familiares y amigos. El puzzle de la semana empezó con una tirada de 12.000 unidades y en muy poco tiempo pasó a ser de 100.000 unidades llegando a vender hasta diez millones a la semana. Los puzzles se convirtieron en una forma de diversión tan popular en una sociedad que ya no podía salir al teatro o a cenar que incluso se alquilaban por unos centavos al día, entre 3 o 10 según el tamaño, y muchos arquitectos y carpinteros en paro encontraron en la fabricación de puzzles una nueva manera de ganarse la vida.

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Después de la II Guerra Mundial, la venta de puzzles de madera entró en declive y las mejoras en las técnicas de teñido y litografía aumentaron el atractivo de los fabricados en cartón, sobre todo cuando Springbok introdujo las reproducciones de obras de arte entre las temáticas de sus puzles. En 1965, por ejemplo, muchos americanos se pelearon por completar el que se consideró el puzzle más difícil hasta entonces, una reproducción de la obra “Convergencia” (Convergence) de Jackson Pollock.

Jackson Pollock Convergencia, 1952

Hoy en día, los puzzles siguen siendo proporcionando muchas horas de diversión por un precio muy pequeño. Un reto a tu cerebro que además te dejará la satisfacción del trabajo bien hecho. Eso sí, si vas a poner un puzzle (o varios) en tu vida, debemos advertirte de lo que, a principios del siglo XX, se conocía como la inexorable progresión del adicto a los puzzles: se comienza como un escéptico que los ridiculiza por considerarlos infantiles, a lo que le sigue el puzzlero perplejo que ignora las comidas mientras murmura para sí “solo una pieza más”, y se acaba como el triunfante ojeroso que acaba colocando la última pieza a altas horas de la madrugada. No digas que no te lo advertimos.

10 comentarios en «EL ORIGEN DE LOS PUZZLES»

    • Hola, Cristina, sentimos no poder ayudarte. La resolución de la imagen que ves en este post es la mayor que hemos podido encontrar. Un saludo.

  1. Buenas tardes, me gustaría saber si la información sobre de este artículo procede de una publicación o si podrían decirme bibliografía sobre este tema. Soy estudiante de restauración y mi trabajo fin de grado trata el tema de los rompecabezas, les agradecería mucho que pudieran darme esa información. Gracias.

  2. Buenos días¡
    Me regalaron u n rompecabezas, número 16770, Colors of Italy, Salumeriade Victor Shvaico.
    Me faltó una pieza, la a44-B28
    La dirección que sale en la caja para piezas faltantes o perdidas, me sale como insegura, y no se abre-
    Me puede dar una dirección a la que puedo pedir la pieza?
    Me he cuidado mucho, y estoy casi segura que la pieza faltó desde un principio,

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